En los
últimos años está saliendo a la luz pública a través de los medios de
comunicación, el incremento del número de hechos conflictivos e incluso violentos
que se viven dentro de la escuela.
El bullying (término en el mundo anglosajón y mobbing en el mundo escandinavo) o acoso escolar, no es un término nuevo, pero se ha empezado a usar para describir
comportamientos agresivos, no deseados que abarcan desde burlarse, hacer bromas
pesadas, ignorar deliberadamente a alguien, hasta llegar a ataques personales e
incluso abusos serios; comportamientos que pueden ser cometidos por un
individuo o grupos.
Este no es
un fenómeno nuevo ya que existe desde hace mucho tiempo, pero ahora se produce
con más frecuencia y con consecuencias más graves que antes, favorecido por el
aumento de los niveles de violencia en las grandes ciudades.
Los alumnos
permanentemente agrupados y conviviendo en los escenarios escolares van
constituyéndose en grupos de iguales y dotándose con sus propios sistemas de
normas y convenciones, construyendo poco a poco, la subcultura de los
compañeros, necesaria y útil para el desarrollo en todas las dimensiones, pero especialmente
para aquellas que tienen más incidencia
en la socialización. Los escenarios de la vida producen homogeneidad en la
posición social, al tiempo que la variedad de roles que se despliegan en los
grupos, el tipo de comunicación que se desarrolla y los valores morales que se
establecen favorecen unos determinados procesos de aprendizaje social.
Los niños,
desde muy pequeños aprenden mediante experiencias lúdicas y otras actividades conjuntas,
a saber hasta dónde se puede llegar en el esquema dominio-sumisión, lo que les
permite ir aprendiendo a controlar su propia agresividad y a poner límites a
los impulsos rudos o violentos de los demás. Pero a veces, el sistema de
relaciones de los iguales se configuran bajo un esquema de dominio-sumisión que
incluye convenciones moralmente pervertidas e injustas, en las que el poder de
unos y la obligación de obedecer de otros se constituyen como esquemas rígidos
de pautas a seguir, de las cuales es difícil defenderse desde la propia
inmadurez personal.
Cuando un
niño se percibe a sí mismo con más poder o con un poder incontrolado, porque
los demás no se atreven a decir basta; cuando una y otra vez abusa de otro en
su relación y no recibe ninguna recriminación ni pierde por ello a sus amigos,
descubre que los demás son capaces de aguantar sus impertinencias y eso hace
que las siga realizando.
Este fenómeno
se da en todos los centros escolares con más o menos intensidad, y reclama
nuestro interés en cuanto que puede representar un gran daño psicológico,
social y físico para el alumno que, lo sufre, lo ejerce o lo contempla.
Las agresiones
y violencia entre alumnos adquieren diferentes formas: algunas son más
exteriores o físicas, otras pueden manifestarse más soterradamente y sólo
mostrarse de forma verbal. En muchas ocasiones se nutre de presiones y juegos
psicológicos que en último término acaban por coaccionar y minar al más débil de la
relación. Abarcan una amplia gama de conductas que pueden concluir en maltrato
personal entre compañeros, en rechazo social de algún chico y/o intimidación
psicológica.
Causas de la Agresividad Escolar
Entre los
factores tenemos a los Exógenos (familia, contexto social y medios de
comunicación) y los Endógenos (clima escolar, relaciones interpersonales y
características personales).
La familia; es el primer modelo de
socialización de nuestros niños. El desarrollo personal del individuo se nutre
de los primeros afectos y vínculos con nuestros progenitores. Ella es sin duda
un elemento clave en la génesis de las conductas agresivas de nuestros jóvenes.
Los medios de comunicación; los niños
recogen el impacto de sus imágenes de un modo directo, a la escuela sólo le
queda la posibilidad de ayudarles a discernir sobre el mensaje mediático y
principalmente a ser críticos con la información que se comunica en dicho
medio.
El contexto social; con sus grandes bolsas
de desempleo y pobreza favorecen contextos sociales donde es más propicio un
ambiente de agresividad, delincuencia y actitudes antisociales.
La escuela; la crisis de valores de la
propia escuela, el énfasis en los rendimientos del alumno con respecto a un
listón de nivel con poca atención individualizada a cada caso concreto, los
roles del profesor y del alumno que suponen un grado o nivel superior y otro inferior
creando una asimetría con problemas de comunicación real, las dimensiones de la
escuela y el elevado número de alumnos que impide una atención individualizada,
etc.
Las relaciones interpersonales; y todo su
complejo mundo de sentimientos, amistades, desencuentros, y elementos
vinculantes los aspectos que mayor número de factores aportan para la creación
de un clima favorable o desfavorable de convivencia dentro de los centros
escolares.
Fuente: I. Fernández
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