El vínculo materno infantil se originó antes que quedaras embarazada. Los nueve meses de embarazo permiten que ambos padres se preparen para el nuevo rol que van a desempeñar. El embarazo es una preparación para la maternidad y, de no aprovecharse, podría distorsionar la interacción post-natal con tu hijo.
Desde los primeros meses de vida del bebé, vemos que existen ya los rudimentos de un lenguaje de AMOR. Es el lenguaje del abrazo, de la mirada, de la sonrisa, de las comunicaciones de placer y molestia.
El lenguaje rudimentario del amor en el bebé es innato. Está ahí, programado, pero debe ser despertado por tí. Las manifestaciones de amor con tu hijo deben ser iniciadas lo antes posible, desde el mismo momento en que nace.
Tu hijo necesita la estimulación de amor a través de los sentidos, y esto se puede lograr si cuando lo amamantamos le hablamos, si al dormirlo le cantamos, si al cambiarlo nos acercamos a él a una distancia en la que pueda distinguirnos bien para sonreirle, si al bañarlo lo acariciamos y le damos masajito, si reimos y jugamos con él.
El bebé tiende a estrechar sus primeros lazos de socialización con una persona específica, esa persona eres TÚ, con quien pasa más tiempo desde que llega al mundo.
Esta relación madre-hijo debe ser constante, predecible y confiable, porque es lo que más ayudará en su crecimiento y desarrollo.
El apego tiene una poderosa influencia en la adaptación del niño en el futuro, cumple una función en la salud mental a lo largo de toda la vida.
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