miércoles, 27 de junio de 2012

COMO MEJORAR LA COMUNICACIÓN


A la hora de expresarnos no todas las personas somos iguales, muchos consideran que no hay que expresar los sentimientos, las emociones o los deseos, les asusta hablar de ellos o se sienten ridículos al tener que hacerlo.
Son personas que no expresan sus opiniones o deseos por temor a molestar a los demás o por que creen que así les da “armas” al otro que luego puede utilizar. A menudo estas personas suelen ceder ante los deseos de los demás y decimos que se dejan manipular.
Otras personas, en cambio, son demasiado espontáneas en la expresión de sus sentimientos, emociones y deseos, lo hacen sin pensar y a veces pueden resultar algo bruscos o incluso agresivos y pueden herir o avasallar a los demás.
Una comunicación equilibrada consistiría, por tanto, en encontrar el punto medio entre estos dos extremos de comportamiento: alcanzar la expresión abierta y serena de nuestras opiniones, deseos y sentimientos sin herir ni dañar a la otra persona.
Para encontrar este punto medio vamos a intentar diferenciar los distintos estilos de comportamiento que podemos tener en la relación con los demás: pasivo, agresivo y asertivo.

El comportamiento pasivo hace referencia a cuando una persona se expresa de tal manera que no hace valer ni sus opiniones, deseos ni sus propios derechos.
No expresa de un modo directo a los demás sus sentimientos, sus necesidades o sus pensamientos, de tal modo que inhibe su comportamiento y no consigue alcanzar su objetivo en la situación o resolverla de manera eficaz. Estas personas respetan en exceso a los demás pero no se respetan a sí mismas. A veces se comportan así por una excesiva sensibilidad hacia los demás o por inseguridad. Por este motivo suelen perder autoestima y no están a gusto en sus relaciones interpersonales.
Pueden ser utilizados por los demás, ya que resulta fácil manejar su comportamiento.



El comportamiento pasivo se caracteriza por:
  • No saber cuáles son sus derechos o no saber cómo defenderlos.
  • No tener criterios propios. Quedarse callados y esperar a que los demás tomen las decisiones por ellos.
  • Un habla temblorosa, voz baja que se acompaña de silencios. Acompaña casi siempre en su hablar palabras como: “quizás, supongo, tal vez, realmente no es importante, tienes razón…”.
  • Un comportamiento no verbal que se manifiesta en una mirada huidiza y asustada, sin mirar al otro, cara triste y los hombros generalmente encogidos. Gestos desvalidos.
  • Trata de negar o quitarle importancia a las situaciones si le cuestionan, e incluso llega a evitar enfrentarse en la discusión, aunque tenga razón.

El comportamiento agresivo hace referencia a cuando la persona se expresa de tal manera que no respeta los derechos de los demás. Expresa de un modo directo pero inadecuado sus deseos o sentimientos de manera que es probable que consiga sus objetivos en la situación pero a costa de herir o faltar al respeto a su interlocutor, ya que no tiene en cuenta sus puntos de vista ni sus sentimientos.
La persona agresiva antepone sus deseos, opiniones y necesidades no respetando los sentimientos de los demás. Impone sus criterios para conseguir lo que quiere.



El comportamiento agresivo se caracteriza por:
  • No respetar a las personas con las que se relaciona. Utilizar amenazas, descalificaciones, insultos y desconsideraciones.
  • Tratar de dominar a los demás. Querer tener siempre la razón.
  • Conseguir lo que quieren hiriendo a los de más, humillándolos o incluso intimidándolos.
  • Imponer reglas y querer tomar siempre las decisiones.
  • Un volumen de voz muy alto.
  • Hablar sin escuchar, utilizando además insultos y amenazas.
  • Mantener una mirada desafiante, postura dominante e intimidatoria, una expresión de enfado, gestos extremadamente exagerados, tensión en todo el cuerpo y dedo siempre en alto o amenazante.

El comportamiento asertivo hace referencia a cuando la persona se expresa de forma que respeta tanto los derechos propios como los ajenos. Supone un estilo de comunicación en el cual se expresan directamente y abiertamente los propios sentimientos, las necesidades, las ideas, los derechos legítimos y opiniones sin amenazar o agredir a los demás, es decir: respetando lo del otro pero expresando lo propio. Estas personas conocen y tienen en cuenta las necesidades, sentimientos y emociones de los demás sabiendo que son las mismas que las suyas. Con su actitud refleja que la persona se gusta sí misma, se respeta y sabe mantener la calma en las situaciones difíciles. Pero también respeta a los demás.


El comportamiento asertivo se caracteriza por:
  • Hablar honestamente para resolver problemas.
  • Estar satisfecho consigo mismo, sentirse con autocontrol.
  • Mensajes en primera persona. Expresar opiniones y sentimientos desde el yo: “yo pienso, opino, siento que...”.
  • Respetar del mismo modo a los demás. “Qué te parece, qué piensas…”.
  • Conocer sus derechos y defenderlos, exponiendo las cosas clara y abiertamente.
  • Un habla modulada y fluida sin vacilaciones ni muletillas.
  • Nivel de voz conversacional mirando a los ojos del interlocutor.
  • Un comportamiento no verbal que se caracteriza por transmitir seguridad y respeto, con una expresión de cara tranquila, una mirada directa y un cuerpo relajado.

ADOLESCENCIA: Una crisis en el hijo (2º parte)



La adolescencia es la etapa del desarrollo evolutivo humano que implica un cambio cualitativo en el joven: la maduración de la personalidad, que consiste en la conquista de la adultez psicológica y social. El púber sale de la infancia e intenta entrar a la edad adulta, es preciso que aparezcan dificultades de adaptación que podemos entender como crisis. La superación de estas crisis es imprescindible para ir logrando la maduración progresiva para alcanzar la edad adulta.

Algunas crisis que se producen en la adolescencia:
- La crisis de la autoafirmación del yo (que se expresa como oposición y rebeldía a las figuras de autoridad).
- La crisis de las ideas (terreno moral, social...).
- La crisis de valores (se cuestiona la formación recibida durante la infancia y se la somete a prueba de las propias ideas y experiencias).

Estas crisis no convierten a la adolescencia en un periodo de ruptura con todo lo anterior, sino en un periodo de evolución y transformación hacia la etapa siguiente sobre una base recibida y ya adquirida.

Es un periodo normal de transición entre edades donde confluye la estabilidad, la transformación y el cambio. La estabilidad viene dada porque la personalidad que se sigue construyendo en esta etapa se hace desde una historia previa y unos recursos que ya existen (por ej: los niños que aprenden a actuar con iniciativa y autonomía en etapas anteriores estarán mejor capacitados para realizar los ajustes correspondientes en la adolescencia).

Una auténtica transición a la vida adulta no se reduce solo a la transformación del organismo infantil en un organismo adulto, tampoco consiste en imitar el mundo externo de la vida adulta, ni siquiera basta con adquirir el estatus social de adulto (los derechos y deberes correspondientes). Es algo más, es además lograr la emancipación respecto de la familia de origen, aunque el hecho de emanciparse de la tutela familiar no siempre significa ser plenamente adulto.

Hay muchos jóvenes emancipados que no tienen bien definida todavía su identidad personal: quien soy, quien quiero llegar a ser; ni tienen una personalidad madura: carecen de estabilidad afectiva, poseen escasa tolerancia ante las frustraciones normales de la vida, les cuesta mucho tomar una decisión, no tienen capacidad de esfuerzo y sacrificio para lograr metas, etc. En estos casos no han conseguido aún la adultez psicológica y social, en otras palabras, no han acabado de madurar. A través del proceso de maduración el adolescente “se hace mayor”, se capacita para ser autosuficiente y asumir las responsabilidades propias de la vida adulta.

ADOLESCENCIA: Una crisis para los padres (1º parte)



Es indudable que la adolescencia es la etapa más temida por los padres, sin duda por la imagen tan negativa que se tiene en nuestra sociedad, se la considera como una etapa de conflictos, de ruptura, de enfrentamientos, “la edad difícil” o de “la rebeldía sin causa”, asociándose fundamentalmente al mal comportamiento y a los problemas en el hijo.

Algunos padres consideran la adolescencia como una crisis de tipo patológico, y por tanto interpretan todas las nuevas conductas del hijo como algo negativo, como un retroceso en la maduración personal que hay que combatir y curar.

Al ver la edad de la adolescencia como una enfermedad reprimen conductas de sus hijos que son normales en esta edad y que cumplen una función necesaria para el desarrollo personal,  como puede ser el su actitud crítica y el defender sus puntos de vista, aunque sean equivocados.

Aquí tienen su origen algunas actitudes negativas de muchos padres de hijos adolescentes: la imposición y el autoritarismo, la incomprensión, la falta de respeto, la intolerancia, la impaciencia, la desconfianza, el miedo a que se le “vaya de las manos”. Son padres que en vez de ayudar a los hijos a ejercitar las nuevas capacidades (reflexión, sentido crítico, razonamiento, autonomía moral, intimidad, apertura a la amistad, etc.) se dedican con la mejor intención a frenarlas. De este modo no sólo retrasan la maduración de sus hijos sino que además, provocan situaciones de incomunicación y de conflicto.

Es cierto que muchos de los comportamientos del adolescente pueden ser vistos como “defectos”: los adolescentes son imprevisibles, alocados, con reacciones inesperadas, también son impacientes, lo quieren todo aquí y ahora, no saben esperar, y si no lo obtienen se hunden, además son perezosos, tienden a lo fácil, aplazan las tareas, desordenados y reacios a seguir planes y horarios. Conviene que los padres vean esos “defectos” y esas conductas inmaduras no como un retroceso en el desarrollo sino el paso previo de la pubertad a la adultez.

Muchos padres creen erróneamente, y parece que tienen razón, que su hijo adolescente ha hecho un retroceso o perdido madurez con respecto a etapas anteriores, y así se dicen: antes era más aplicado, más obediente, más respetuoso, más ordenado, más hablador. En efecto, en la fase adolescente cuesta mucho más que antes ser obediente, no porque el hijo esté en rebeldía sino porque está intentando “hacerse mayor”, en el sentido de actuar con más autonomía que antes y no sabe todavía hacerlo compatible con la dependencia de los padres y con las reglas de la familia. Le cuesta más desenvolverse en esta etapa porque está intentando “valerse por si mismo/a”, vivir sin la protección y exigencias de los padres, y esto requiere tomar “distancia de ellos” y reconsiderar la validez de las reglas establecidas en la familia, aunque lo hace cuestionándolo todo.

Los padres necesitan conocer los cambios que surgen en la adolescencia para adecuarse a ellos y considerarlos como algo natural, como parte de un proceso de crecimiento y así poder “acercarse” mejor a sus hijos.

lunes, 25 de junio de 2012

EL DESARROLLO DE LA AUTOESTIMA




A un hijo siempre se le va a querer, pero es importante hacérselo saber sin exageraciones que afecten la imagen que tiene el niño de sí mismo. Así podrá fortalecer una autoestima positiva que lo haga sentirse bien y seguro.

Un niño pequeño es muy vulnerable y tanto su propio concepto como su autoestima se alimentan del afecto, la aprobación y el estímulo constante de sus padres. Así, es recomendable no darle a los hijos una imagen exagerada de sí mismos, ni una imagen pobre, sino una imagen real que se ajuste a sus posibilidades y limitaciones. De este modo, el pequeño podrá sentirse siempre al margen de sus aciertos o equivocaciones.

Un adecuado nivel de autoestima debe basarse en logros reales. Por eso, hay que ofrecer a los hijos la posibilidad de poner a prueba sus habilidades y de experimentar el éxito. Para hacerlo debes darle retos apropiados para su edad y sus propias capacidades, que no sean ni muy fáciles ni muy difíciles. Por ejemplo, si tu niño es hábil con las manos y ya están en edad de abotonarse, enséñale a hacerlo. Párense frente al espejo y muéstrale la técnica. Anima sus intentos, no dejes que se frustre cuando no lo logre y felicítalo cuando lo consigo. Esto lo hará sentirse más seguro.

Los padres deben tener mucho cuidado cuando elogian a sus hijos. El elogio proyecta una imagen perfecta, pero falsa, que le puede dar al niño una idea errada y sobrevalorada de sí mismo. Cuando se da ánimos al niño, en cambio, se fortalece su autoestima, pues se resalta lo que él hace y no lo que él es, y se le transmite información correcta. Así, cuando tu hijo recoja sus juguetes es más conveniente que lo felicites con un: "¡Qué ordenado se ve tu cuarto ahora que guardaste tus juguetes!", a que le digas: ¡Eres una maravilla! De igual modo, cuando te ayude con las cosas de la casa vale más un: "Muchas gracias por ayudarme", que un: "¡Qué bueno eres!".

Un niño con autoestima negativa:

  • Se siente a disgusto consigo mismo, inseguro y poco valioso.
  • Puede mostrarse agresivo o tímido con los demás.
  • Suele mostrar dificultades con el aprendizaje y los estudios.
  • Se siente temeroso y triste, poco tolerante a la frustración.
  • No puede desenvolverse con independencia y autonomía.

Un niño con autoestima positiva:
  • Se siente a gusto consigo mismo, seguro y valiosos.
  • Tiene mayor capacidad de ponerse metas altas y realizar lo que se propone.
  • Es sociable y se relaciona saludablemente con los demás.
  • Suele tener mayor concentración en los estudios.
  • Se siente independiente, querido, respetado, aceptado, alegre y capaz.

¿Cómo fomentar la autoestima en tu hijo?
  • No lo compares con otros niños. Es mejor que le digas: "Por favor, termina tu leche", a que le digas "Mira como tu hermanita sí toma toda su leche".
  • No hagas por él lo que es capaz de hacer por sí mismo. ¿Ya sabe amarrarse los zapatos solo? Pues déjalo que lo haga.
  • Jamás lo hagas sentir tonto o inútil cuando no logre hacer algo bien. Enséñale cómo se hacen las cosas.
  • Muéstrale tu interés por él y que se sienta aprobado con palabras y caricias.
  • Felicítalo cada vez que progrese, pero jamás le exijas la perfección. Debe saber que no es perfecto, pero sí, muy valioso.

domingo, 24 de junio de 2012

HIPERACTIVIDAD






Los niños hiperactivos se caracterizan por llevar a cabo una actividad frenética e intensa. Son impulsivos y desobedientes, parecen ser indiferentes al castigo, se mueven de un lado para el otro y su falta de concentración les impide terminar cualquier actividad que hayan empezado a hacer. Su comportamiento, con frecuencia, ocasiona conflictos en la familia y en el colegio, por lo que algunos de ellos tienden al aislamiento social. El rol de los padres es fundamental para evitar que su pequeño terremoto sufre, ya que estos niños tienen, por lo general, una mala imagen de sí mismos y sienten que no tienen el control de nada de lo que les sucede. Una buena ayuda terapéutica, el amor y comprensión de la familia, la paciencia y el tiempo son los mejores remedios para este problema.

Los siguientes pueden ser síntomas de hiperactividad:

  • Tienen una actividad motora excesiva e inapropiada.
  • Solo es capaz de prestar atención por períodos muy cortos, pues se distrae con mucha facilidad.
  • Tiene poca conciencia del peligro; por ello es propenso a sufrir accidentes.
  • Tiene muy poca tolerancia a la frustración.
  • Muestra muchas dificultades para obedecer las reglas y para terminar tareas ya empezadas.
  • Siempre dice lo que piensa, no se controla y su conducta es inadecuada en situaciones sociales.
  • No suele resolver sus problemas de forma eficaz ni adecuada.
¿Cómo manejar a los niños hiperactivos?
Cuando a tu niño no haya quien lo detenga, no te desesperes. Es mejor darle una alternativa para utilizar su energía:
  • Dale bastantes actividades con las que pueda poner su cuerpo en movimiento.
  • El ruido es una excelente manera para dejar escapar la energía: permítele cantar en voz muy alta, etc.
  • A través de las manos, también, se puede descargar tensión: facilítale plastilina o arcilla para que modele.
  • No lo regañes. La hiperactividad es un problema y las reprimendas pueden aumentar aún más su frustración.

viernes, 22 de junio de 2012

BUENOS HÁBITOS

Es sorprendente cuánto aprenden los niños por imitación. Si cuando nuestro hijo nos pasa la sal en la mesa le decimos "gracias", si cuando hacemos algo que los hace sentir mal le pedimos "perdón", si cuando nos ofrece algo y no tenemos ganas le decimos "no, gracias" es decir, si lo tratamos con la cortesía que algunas veces reservamos a los adultos, el niño asimilará esta manera de comportarse y la aplicará él mismo. Si ve que nosotros tratamos con cortesía a las demás personas, y sobretodo a quienes están a cargo del niño en nuestra ausencia, él replicará esta conducta.

Además podemos fomentar el uso de las palabras mágicas "por favor", "gracias", "hola", "de nada", sin presionarlos, sin hacer que se sientan mal si no las dicen. es importante recordárselo, pero sin que el tema se convierta en cuestión de estado. Gradualmente, en sus propias relaciones con otros niños y con adultos, aprenderán cuán efectivo y necesario es aplicar las normas de cortesía.


jueves, 21 de junio de 2012

EL PROBLEMA DEL FRACASO ESCOLAR



El estudio debe ser para el niño o el joven una fuente de placer y satisfacción. Es cierto que este objetivo no es fácil de conseguir debido, entre otros, a dos posibles factores:
- El niño y sus características personales diferenciadoras.

- Las situaciones externas a él que le pueden afectar a sus capacidades y a su motivación, como pueden ser: elementos de distracción (TV, videojuegos, Internet, etc.), una familia poco motivadora y una escuela muy académica.
Estas y algunas otras razones pueden convertir el estudio en un problema para el niño, más que en un placer.
Muchos de los problemas escolares de un niño proceden frecuentemente de algunos aspectos de su vida que puede no tener nada que ver con la escuela y que, por tanto, no se descubren fácilmente. Muchas veces son consecuencia de problemas personales del niño (que no se detectan), del entorno familiar (algunos problemas de los padres repercuten emocionalmente en los hijos) o del entorno social (el grupo de pertenencia y las relaciones que se producen puede afectarle emocionalmente).
Los padres deben y pueden ayudar a sus hijos a resolver éstos y otros problemas que les puedan llevar al fracaso escolar. Para ayudar a sus hijos a estudiar tengan en cuenta los siguientes aspectos:

1. La organización y el hábito del estudio.
Es uno de los elementos más importantes en el estudio, como para los demás aspectos de nuestra vida.

Es labor de los padres lograr que los hijos sigan:
• Un horario fijo y razonable para las comidas.
• Un tiempo de dedicación al estudio.
• Descansos cada cierto tiempo (dependiendo de la edad) entre actividades más difíciles o complicadas.
• Momentos de relax después de las comidas y del fin de las tareas diarias.
• Respeto por las horas de sueño.


2. Motivar a los hijos.

La motivación se desarrolla poco a poco. Para desarrollar la motivación hacia los estudios la función de los padres deberá empezar por reforzar los logros de sus hijos, lo que fortalece la autoestima. Si los padres insisten en esta colaboración positiva, con el tiempo los hijos pueden pasar de la motivación recibida a proporcionarse ellos mismos motivación, es decir, a automotivarse. La automotivación se da cuando la persona encuentra satisfacción esforzándose por hacer bien las cosas por él mismo. La automotivación es fundamental para triunfar en la escuela.


3. La importancia adecuada de las calificaciones.

Los problemas en la familia relacionados con las calificaciones bajas de los hijos resultan especialmente significativos por la mezcla de conflictos, enfrentamientos, sentimientos y emociones que, a veces, generan. Por todo esto, conviene no dramatizar la situación pues para los padres debe ser mucho más valioso el proceso de estudio que los resultados parciales.
Hay varias cosas que pueden hacer los padres (antes que desesperarse) para desarrollar actitudes acertadas ante las calificaciones bajas de los hijos:
- Averigüen cómo examina y califica el profesor para así ver que cambios podría hacer su hijo para obtener mejores calificaciones.
- Comprueben si su hijo es consciente de lo que tiene que hacer para obtener buenas calificaciones.
- Después de hablar con él, si lo creen necesario, pidan una entrevista con el profesor, quizás les pueda orientar hacia la búsqueda de la solución.
- Mantengan un contacto regular con el colegio y los profesores, así las calificaciones nunca serán una sorpresa; además, revisen regularmente sus deberes y su actitud frente al estudio.
- Antes de enfadarse o dar sus opiniones pregúntenle a su hijo qué piensa sobre ellas, así oirán su propia opinión, que valore su actitud y empiece a decidir por sí mismo la forma de mejorarlas. Si no reacciona
intervengan con sus observaciones y posibles soluciones.
- Recuerden que las calificaciones de su hijo son menos importantes que su actitud hacia el estudio y la escuela.
- Tengan cuidado con castigar a su hijo por las malas calificaciones, suele dar mejores resultados averiguar por que se dan e intentar, junto con su hijo, conseguir mejorarlas.
- Además de las calificaciones es importante que premien la actitud y el proceso que su hijo sigue para conseguir las buenas notas. Es decir, se debe valorar más la responsabilidad, el esfuerzo, la constancia y
el sacrificio realizado, que las notas en sí mismas.


4. La concentración y las técnicas de estudio

Las técnicas de aprendizaje son muy útiles para estudiar de una forma positiva y eficaz, y para ello, los
padres tienen que ayudarle proporcionándole una buena base (horarios, libros, etc.), pero sin meterse demasiado en su trabajo, ya que el hijo debe ir aprendiendo a trabajar solo para su propio beneficio, y es él, al fin y al cabo, quien decidirá cómo estudiar mejor. Por lo tanto, el papel paterno consiste en conocer las técnicas de estudio y ponerlas al alcance de su hijo, además de estar a su lado si lo necesita.


EL PADRE FORMATIVO


Sugerencias:

Los padres con su hijo deben:

1. Responder a sus preguntas con paciencia, claridad y sinceridad.

2. Tomarse en serio las preguntas y afirmaciones que haga.

3. Proporcionarle un espacio personal para uso propio.

4. Dar responsabilidades de acuerdo con su edad y su capacidad.

5. Mostrarle que se le quiere por sí mismo, por lo que es, no solo por sus logros.

6. Ayudarle a que elabore sus propios proyectos y tome decisiones.

7. Llevarle a lugares de interés.

8. Ayudarle a mejorar en las tareas que realiza.

9. Animarle para que se lleve bien con personas y niños diferentes (de raza, sexo, procedencia,
capacidades, etc.).

10. Diseñar unas pautas de comportamiento adecuadas y razonables y esforzarse que las
siga.

11. No compararle desfavorablemente con otros hermanos intentado hacerle que reaccione.

12. No humillar jamás al hijo como forma de castigarle. Y mucho menos delante de los
demás.

13. Proporcionar materiales y libros adecuados para su desarrollo intelectual.

14. Estimularle para que piense las cosas por sí mismo. Y facilitarle que las exprese.

15. Considerar las necesidades individuales de cada niño.

16. Dedicar un tiempo cada día a estar a solas con él.

17. Permitirle intervenir en planificaciones de actividades familiares.

18. No burlarse nunca cuando cometa un error, y menos delante de los demás. Enseñarle a
aprender.

19. Estimularle para que sea sociable y educado con los adultos de todas las edades y respetuoso
con su entorno.

20. Diseñar experimentos prácticos para ayudarle a experimentar y descubrir cosas.

21. Dejarle que manipule materiales con seguridad y que aprenda donde están los peligros.

22. Estimular al hijo a buscar problemas y luego resolverlos.

23. Buscar motivos de lo que hace que merezcan alabanza, y dárselas.

24. Ser sincero cuando le exprese sus emociones y sentimientos.

25. Darle respuesta a todas sus preguntas en función de su edad.

26. Estimularle a que piense de forma positiva y realista acerca de sus capacidades.

27. Estimularle para que sea lo más independiente posible en sus cosas.

28. Preferir que le salga algo mal a que triunfe por haberle hecho la mayor parte de su trabajo.

29. Procure confiar en él. Déle tiempo.

martes, 19 de junio de 2012

MOTIVAR PARA LA VIDA

La motivación puede ser producto de una pasión interna, pero también puede venir de una orden externa. Es decir, una persona puede hacer algo porque le da placer o porque sabe que será bueno para ella; pero también es posible que más que la actividad en sí, lo que persiga sea el efecto que generará en otras personas.

Existe una enorme diferencia entre que tu hijo ordene su cuarto porque sabe que el orden hace la vida más fácil, agradable y productiva, y que lo haga para evitar que mamá lo castigue. Del mismo modo, es muy distinto que un niño practique un instrumento musical todos los días porque le gusta su melodía, o tiene la meta personal de ser un buen músico, de que lo ejecute porque sus papás le van a dar un premio.

La motivación externa puede funcionar de manera temporal. Sin embargo, al desaparecer el premio o la amenaza del castigo, por ejemplo, cuando el niño crece y ya no está bajo el poder de sus padres es muy probable que también se desvanezca la motivación.

lograremos un efecto más duradero sobre la formación de nuestros hijos si en lugar de tomar el camino fácil del castigo y el premio nos damos el trabajo de conocerlos, descubrir sus motivaciones, ayudarlos a sacarles el máximo partido a estos intereses y permitirles investigar en distintas áreas.

¿Cómo puedo motivar a mi hijo en el día a día?
Una gran oportunidad para motivar a tus hijos surge cuando te enseñan orgullosos, algo que han hecho. Lo más fácil es responder espontáneamente, diciendo "qué lindo" sin haber mirado realmente lo que están mostrando. Es preferible darles toda tu atención en ese momento y entablar una conversación con el niño, enfocándote en las características de lo que ha hecho, en lugar de emitir un juicio de valor. De esta manera será menos probable que el niño se acostumbre a hacer cosas para complacer y ganarse ese "qué lindo" al que se le ha acostumbrado.

sábado, 16 de junio de 2012

FELIZ DÍA DEL PADRE

Quisiera desear este domingo un Feliz Día a todos los Padres,  que este sea un día muy especial al lado de sus queridos retoños.
































jueves, 14 de junio de 2012

LA TELEVISIÓN

Uno de los principales obstáculos en el hogar para que éste sea un ambiente propicio para el estudio , la lectura y el desarrollo intelectual es la televisión.

Ésta, vista con exceso y sin control, crea dependencia, y fatiga mental en todas las personas, aunque más en los niños. Si se convierte en el único recurso para llenar el tiempo libre, dificulta la comunicación e impide que se consigan hábitos como el leer, escribir, conversar y jugar, y que se disfrute de otras aficiones y actividades.

Así, la televisión puede ser un gran obstáculo para los estudios y puede ser responsable de un factor importante del fracaso escolar ya que quita tiempo para el estudio y genera situaciones de pasividad, abandono y conformismo, lo que contrasta con las actitudes básicas para el estudio: acción, decisión, esfuerzo, constancia y sacrificio.

Tengan en cuenta que para los niños es muy difícil empezar a estudiar después de dos o más horas de televisión, pues supone pasar de una situación muy cómoda (pasividad, poco esfuerzo, diversión y no pensar) a otra que requiere acción, esfuerzo para comprender, recordar, relacionar, expresar, etc., y, no olvidemos, también algo de aburrimiento para algunos niños.

No obstante, la importancia recae en saber dónde están los límites de uso y entender que es un medio de comunicación con gran poder de sugestión sobre el individuo, y que los niños no son capaces aún de discernir sobre su utilidad adecuada, más bien se dejarán llevar por lo que tiene de atractiva y adictiva. Son ustedes los padres los que deben prestar la ayuda a sus hijos, con sus criterios claros sobre este medio, para que la utilicen adecuadamente y no les interfiera gravemente en su proceso de estudiante.

En ustedes recae la responsabilidad de limitar el tiempo que sus hijos dedican a ver la televisión y de seleccionar los programas que ven, al mismo tiempo que consiguen de sus hijos que entiendan e interioricen lo importante que es para ellos esta postura. Háganles comprender que no es un “capricho” ni imposición de ustedes, sino una medida más de las que les conviene para sus vidas.

martes, 12 de junio de 2012

LA DISCIPLINA

El niño necesita tener predisposición para aprender y los padres reglas para facilitar el aprendizaje. Entre estas se encuentra la disciplina que ayuda a los niños a desarrollar sus aprendizajes y autocontrol. Todos nacemos como hojas en blanco y tenemos que aprender para convertirnos en personas independientes, responsables, felices, etc.

Nosotros como padres debemos enseñarles a nuestros hijos a tener autocontrol para que puedan valerse por sí mismos.Además debemos enseñarles a preocuparse por su bienestar, necesidades, afrontar las situaciones adversas, expresarse de manera constructiva, a sentirse bien consigo mismo, a respetar las necesidades de los demás y muchos otros aprendizajes más.

La disciplina es la regla que utilizan los padres para hacer que los hijos adquieran los aprendizajes básicos para construirse como personas. Esta regla se debe utilizar con determinación, firmeza, consistencia y respeto.


¿Qué es la disciplina?
La disciplina es guiar con decisión, hacer cumplir estimulando y razonando, construir autoestima y a la vez corregir el mal comportamiento. El objetivo de la disciplina es enseñar a los niños a hacer las cosas bien; el objetivo del castigo es enseñarles a no hacer las cosas de forma incorrecta.



Pero para poder impartir disciplina los padres tienen que estar unificados en el criterio, ya que las contradicciones, enfrentamientos u oposición impediría la labor educativa y perjudicaría el desarrollo de la personalidad de los hijos.

La disciplina no es algo que los adultos impongan a los niños, sino que más bien es algo que hacemos con ellos como parte del proceso de aprendizaje.

La disciplina requiere práctica, por ello debemos informarnos sobre las técnicas para enseñar disciplina y practicar ejercicios con su pareja y luego probarlo con los hijos.


Algunos ejemplos de aspectos donde aplicar disciplina:
La organización: el orden es importante en la vida, lograrlo nos puede ahorrar un sinnúmero de horas de amenazas, ruegos y castigos. Enseñar que cada cosa tiene su lugar permite a los niños poner las cosas en su sitio.
El tiempo: las cosas indicadas en el momento indicado. Los horarios establecidos ayudan a los niños a saber que tienen que hacer, que se espera de ellos y cuando.