miércoles, 27 de junio de 2012

ADOLESCENCIA: Una crisis para los padres (1º parte)



Es indudable que la adolescencia es la etapa más temida por los padres, sin duda por la imagen tan negativa que se tiene en nuestra sociedad, se la considera como una etapa de conflictos, de ruptura, de enfrentamientos, “la edad difícil” o de “la rebeldía sin causa”, asociándose fundamentalmente al mal comportamiento y a los problemas en el hijo.

Algunos padres consideran la adolescencia como una crisis de tipo patológico, y por tanto interpretan todas las nuevas conductas del hijo como algo negativo, como un retroceso en la maduración personal que hay que combatir y curar.

Al ver la edad de la adolescencia como una enfermedad reprimen conductas de sus hijos que son normales en esta edad y que cumplen una función necesaria para el desarrollo personal,  como puede ser el su actitud crítica y el defender sus puntos de vista, aunque sean equivocados.

Aquí tienen su origen algunas actitudes negativas de muchos padres de hijos adolescentes: la imposición y el autoritarismo, la incomprensión, la falta de respeto, la intolerancia, la impaciencia, la desconfianza, el miedo a que se le “vaya de las manos”. Son padres que en vez de ayudar a los hijos a ejercitar las nuevas capacidades (reflexión, sentido crítico, razonamiento, autonomía moral, intimidad, apertura a la amistad, etc.) se dedican con la mejor intención a frenarlas. De este modo no sólo retrasan la maduración de sus hijos sino que además, provocan situaciones de incomunicación y de conflicto.

Es cierto que muchos de los comportamientos del adolescente pueden ser vistos como “defectos”: los adolescentes son imprevisibles, alocados, con reacciones inesperadas, también son impacientes, lo quieren todo aquí y ahora, no saben esperar, y si no lo obtienen se hunden, además son perezosos, tienden a lo fácil, aplazan las tareas, desordenados y reacios a seguir planes y horarios. Conviene que los padres vean esos “defectos” y esas conductas inmaduras no como un retroceso en el desarrollo sino el paso previo de la pubertad a la adultez.

Muchos padres creen erróneamente, y parece que tienen razón, que su hijo adolescente ha hecho un retroceso o perdido madurez con respecto a etapas anteriores, y así se dicen: antes era más aplicado, más obediente, más respetuoso, más ordenado, más hablador. En efecto, en la fase adolescente cuesta mucho más que antes ser obediente, no porque el hijo esté en rebeldía sino porque está intentando “hacerse mayor”, en el sentido de actuar con más autonomía que antes y no sabe todavía hacerlo compatible con la dependencia de los padres y con las reglas de la familia. Le cuesta más desenvolverse en esta etapa porque está intentando “valerse por si mismo/a”, vivir sin la protección y exigencias de los padres, y esto requiere tomar “distancia de ellos” y reconsiderar la validez de las reglas establecidas en la familia, aunque lo hace cuestionándolo todo.

Los padres necesitan conocer los cambios que surgen en la adolescencia para adecuarse a ellos y considerarlos como algo natural, como parte de un proceso de crecimiento y así poder “acercarse” mejor a sus hijos.

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