viernes, 10 de mayo de 2013

LOS PADRES FRENTE AL DIAGNÓSTICO DEL NIÑO CON NECESIDADES ESPECIALES




La llegada de un niño siempre representa un momento lleno de felicidad, los padres siempre se hacen expectativas sobre él; desde conocer el sexo de su hijo, el nombre que le pondrán, su apariencia física hasta pensar en que estudiará cuando sea grande.

Y cuando ese ser tan esperado llega al mundo y trae consigo la noticia de que es portador de una discapacidad o en el transcurso del tiempo se le diagnostica un trastorno, los padres se ven profundamente afectados.

Todo el entorno familiar comienza una tarea en su vida que muy a menudo está llena de emociones fuertes, el contacto con especialistas, la búsqueda de información sobre el tema y los lugares a los que pueden llevar al niño para realizar su tratamiento.

Al inicio cuando los padres reciben la noticia sobre algún problema de su niño, comienzan a sentirse solos y no saben dónde comenzar su búsqueda de información, asistencia, entendimiento y apoyo.

Cuando los padres llegan a conocer de alguna dificultad o problema en el desarrollo de su niño, esta información llega como un golpe tremendo. Nadie está preparado para recibir una noticia que cambie toda su vida o por lo menos que le de un giro a ella.





Las reacciones que se presentan en los padres ante un determinado diagnóstico son:
  • Negación:
Frases como "esto no puede estar pasando", "no a mi hijo". La negación puede fusionarse con el enojo, lo cual se manifiesta primero ante los profesionales que diagnostican al niño o que dan la información acerca del problema del niño.
Llegando incluso a dudar del diagnóstico dado por el médico y consultando otras opiniones para estar seguros de la condición del niño. Además del enojo puede traer problemas en la comunicación entre los esposos o con la familia cercana al niño.
  • Miedo:
Esta es otra respuesta inmediata. Muchas veces las personas tienen temor de lo que no conocen; la incertidumbre de no saber que hacer o que pasará con el niño genera mucho miedo. Por ejemplo: ¿qué pasará con mi hijo cuando tenga que ir al colegio?, ¿qué pasará cuando yo no exista?, ¿aprenderá algún día?, ¿irá a la universidad?, ¿podrá formar una familia? y muchas más interrogantes.
Algo que también genera miedo es la reacción de las personas cuando el niño sea expuesto ante la sociedad.
  • Culpabilidad:
Los padres se sienten culpables y preocupados por saber si fueron ellos los que causaron el problema. Los sentimientos de reproche y remordimiento pueden derivarse del objetar las causas de la discapacidad. Este sentimiento también puede ser manifestado en interpretaciones espirituales y religiosas de reproche y castigo: ¿por qué yo?, ¿por qué mi hijo?, etc.
  • Confusión:
Cuando los padres no entienden totalmente lo que está sucediendo, la confusión se manifiesta a través de la pérdida del sueño, la poca habilidad para tomar decisiones. Los padres se ven en medio de términos que jamás habían escuchado o que no conocen por completo.
  • Falta de poder:
Para poder cambiar lo que está sucediendo es muy difícil de aceptar. Los padres no pueden cambiar el hecho de que su hijo tiene una discapacidad, sin embargo, ellos quieren sentirse competentes y capaces de manejar las situaciones de su propia vida.
  • Desilusión:
La desilusión de tener un niño que no es perfecto presenta un reto al orgullo personal de muchos padres y un desafío a su sistema de valores.
  • Rechazo:
Es otra reacción que experimentan muchos padres. Puede ser dirigido hacia el niño, profesional o hacia la pareja.


Durante este período de tiempo cuando tantos sentimientos diferentes pueden inundar la mente y el corazón, no hay forma de medir cuán intenso puede ser para un padre o madre experimentar todas estas emociones. No todos los padres lo viven de la misma manera, ni las reacciones son tan exactas en la práctica.
Pero deben saber que ellos no están solos, que como ellos hay muchas personas que comparten estas situaciones y que el hecho de tener un hijo con necesidades diferentes no significa limitarse, solo se trata de replantearse nuevos objetivos, tal vez a largo plazo, vivir de manera diferente otros proyectos con los hijos, de ellos depende el poder llevarlos adelante, a dar un paso y estar preparados y listos para dar el segundo.



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