sábado, 11 de agosto de 2012

ADOLESCENCIA: El cuerpo y la imagen corporal


La adolescencia es un momento de importantes cambios corporales: crecimiento del tamaño del cuerpo, cambio del timbre de la voz, nueva fuerza física, aparición del vello, mayor prominencia de los caracteres sexuales, nuevas sensaciones ahora posibles en relación con el sexo. A esos cambios los acompaña, por otra parte, una mayor conciencia de sí mismo, que empieza por percatarse del cuerpo. La adolescencia es un período de aguda toma de conciencia acerca del propio organismo. Es verdad que la imagen corporal básica se halla establecida ya en el niño pequeño, mucho tiempo antes, por tanto, de la adolescencia. Pero los cambios sobrevenidos en la pubertad obligan ahora a revisar y rehacer la imagen del propio cuerpo.

Los y las adolescentes se hallan seriamente preocupados/as, afectados/as por el propio físico, por la apariencia de su figura corporal. Cuando se les pregunta por rasgos propios que le agradan o que le desagradan, los adolescentes citan características físicas, corporales, más que psicológicas, intelectuales o sociales. Ha podido decirse con razón que el adolescente es su cuerpo y su cuerpo es él.

Los dos principales aspectos de la representación del cuerpo propio en el adolescente son la eficiencia física y el atractivo corporal. Ambos se relacionan estrechamente con el autoconcepto y la autoestima global. Cuanto más atractivo o eficaz cree el adolescente que es su cuerpo, tanto más positiva y elevada resulta su autoestima.

Cualquier mejora o perfeccionamiento en la apariencia y en la competencia física redunda en elevación de la autoestima. Eso quiere decir, por otra parte, que cualquier elogio veraz, no halago, cualquier reconocimiento de las cualidades corporales de chicos y chicas genera no ya sólo satisfacción, sino seguridad en la imagen e identidad propia. Una fecunda línea educativa es por eso enseñarles a estar a gusto con su propio cuerpo.

Existen diferencias entre chicos y chicas. Ellas, por lo general, están más preocupadas por el atractivo y la apariencia corporal: cómo les ven los demás. Ellos, en cambio, lo están por la eficiencia física: cómo funciona y cómo perciben su cuerpo en cuanto capaz de hacer cosas. Eso, en el extremo, puede llevar a problemas típicos de la edad. La excesiva preocupación por el cuerpo no ya esbelto, sino delgado, conduce a algunas adolescentes a trastornos de la alimentación , cuyo extremo más dramático lo presenta la anorexia, uno de los cuadros psicopatológicos más difíciles y peligrosos. En otra dirección , el afán de demostrar la fuerza física lleva a muchos adolescentes a acciones de violencia, de daño a las cosas y a las personas. A los adolescentes hay que hacerles ver que destruir es más fácil que construir; que eso tiene poco mérito y que su eficiencia y habilidad física ha de demostrarse por otras vías: en el deporte, en la destreza artística, manual, en el trabajo, en hacer cosas. A las adolescentes hay que decirles que cada silueta de cuerpo y cada fisonomía de rostro tiene su atractivo, si bien lo tiene para diferentes personas y también para diferentes tipos de relación: las modelos de modas y las portadas de revistas atractivas, pero que hay otras muchas variedad y no un canon único.

La falta de desarrollo de las características sexuales primarias o secundarias o el retraso en él constituye una fuente de preocupación seria, mencionada con frecuencia por los adolescentes. La diferencia misma en el ritmo de crecimiento físico les ocasiona problemas de autoconcepto y autoestima, así como de relación con otros. La ansiedad por el propio atractivo corporal y por la eficacia física se ve reforzada por los medios de comunicación cuando presentan y propagan un cierto ideal físico de hombre y mujer que, según los modelos del momento, sería necesario para triunfar en la vida. El espejo es entonces el instrumento confidente del narcisismo del adolescente. Cada mañana o varias veces al día se le consulta a ese confidente mudo, pero revelador, si uno/una es la persona más atractiva del mundo o al menos si es atractiva en grado suficiente o para alguna persona determinada. Y es mala señal el odio al espejo: también hay adolescentes que lo aborrecen y rehuyen, igual que huyen de la fotografía; tan a disgusto están con su propia imagen.

Fuente: Martí y Onrubia.

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